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Visión Misionera

Silvia Aké

Donde no hay visión el pueblo se extravía (Proverbios 29.18, NVI).

Debemos identificarnos con esa mirada para ver lo que Jesús ve. «Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega» (Juan 4.35).

La razón principal por la cual muchos cristianos e iglesias no hemos obedecido plenamente las órdenes de Cristo de predicar el evangelio hasta los lugares más lejanos de la tierra, es que hemos descuidado este claro Mandamiento del Señor a sus discípulos. «Alzad los ojos y mirad los campos». Pero todavía estamos a tiempo para prestar atención a estas palabras, y ¡pidamos a Dios que nos ayude a hacerlo ahora!

¿Por qué el Señor les pidió a sus discípulos que alzaran los ojos? La razón es evidente. Sus ojos estaban inclinados mirando hacia abajo. Y qué diferencia hay entre levantar la vista o bajarla? Si probamos hacer esto literalmente, ¿Qué ocurre? Inclino la cabeza y con ella mis ojos, ¿y qué es lo que veo? Solo me veo a mí misma.

Esta postura física llega a ser el símbolo de una actitud interior que consiste en una concentración exagerada en mi persona y en mis propios intereses. Veo mi cuerpo, me veo a mí misma, veo mi familia, mi casa, mi trabajo, mis comodidades. Considero sólo mis planes, mis placeres, etcétera.

Esta visión no es mala, pero es limitada y si es la única nos en cierra en la trampa narcisista. Si nuestros ojos espirituales están fijos en nosotros mismos, nos hemos convertido en el centro de nuestra visión. Todo nuestro mundo gira alrededor de nuestros deseos y objetivos personales: Yo, mis planes, mi trabajo, mi novia, mi novio, mis estudios, mi casamiento, mi futura casa, mi deporte, mi carrera, mi negocio, mis preferencias, etcétera. ¡También podemos transportar este concepto al campo religioso y pensar sólo en mi iglesia, mi barrio, pueblo, ciudad, mi país, mi denominación...!

Pero, ¿qué ocurre cuando levanto los ojos? Por lo menos dos cosas inmediatas: veo en Primer lugar: a los que están a mí alrededor; es decir, a otros, con sus intereses y necesidades aparte de mí misma. Y Segundo lugar: me olvido un poco de mi persona; mi visión personal unilateral por lo menos se relativiza, pasa a un segundo plano, se equilibra con la visión del prójimo.

¿Dónde tenemos fija nuestra mirada? ¿Cuál es el interés principal de nuestra vida?

Alzad vuestros ojos.

Las palabras de Pablo a los Filipenses expresan el sentir de nuestra conclusión. Dice: «No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los de más» (Filipenses 2:4).Dios nos ayude a captar la visión que Él quiere que tengamos, la cual comprende a:

Mi persona . . . . . . . . . . y otras personas. Mi familia . . . . . . . . . . y otras familias. Mi iglesia . . . . . . . . . . y otras iglesias. Mi barrio . . . . . . . . . . . y otros barrios. Mi ciudad . . . . . . . . . . . y otras ciudades. Mi país . . . . . . . . . . . . y otros países. Mi continente . . . . . . . . y otros continentes. Mi cultura . . . . . . . . . . . y otras culturas

¡Una visión que tenga en cuenta a todo el mundo! Alzad vuestros ojos y mirad (Juan 4.35). Si me amáis, guardad mis mandamientos (Juan 14.15).¡Este es uno de ellos y muy importante! Y es para ser obedecido ahora mientras estamos aquí en la tierra; en el cielo ya no será necesario hacerlo.

Silvia Aké Presidenta

 
 
 

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